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“Una gran tecnología conlleva una gran responsabilidad”. Con esta frase presenta su cuenta de Twitter Guillermo Martínez (@willperman), el ingeniero madrileño que, con una impresora 3D y una pequeña inversión en materiales, ha iniciado un proyecto revolucionario: Ayudame3D.
El avance tecnológico y científico en el último siglo ha creado una base para lo que llamamos “la sociedad del bienestar”. En este sentido, somos capaces de automatizar un edificio para que se adapte de forma más eficiente a nuestras necesidades. Incluso podemos automatizar los muebles de ese edificio. La biotecnología nos permite reparar nuestro cuerpo y mejorarlo. Ingeniería genética, biónica en el cuerpo humano, robótica aplicada a los procesos médicos… parece que no existen límites. Pero más de la mitad de la población mundial ni siquiera tiene acceso a internet.
Teniendo en cuenta esta perspectiva, nos encontramos con un debate ético:
¿No debería ser una obligación moral aprovechar ese desarrollo para ayudar a los menos favorecidos?
La ciencia y la tecnología han aumentado nuestra capacidad para comprender, explicar y adaptar nuestro mundo y nuestra vida hasta un punto que da vértigo. Pero ese poder se concentra en un pequeño grupo de países desarrollados.
En medio de toda esta vorágine de desarrollo de la innovación, se puede llegar a perder de vista la búsqueda de la relación entre innovación y desarrollo social.
Este progreso en la tecnología debería suponer una mayor capacidad para ayudar a resolver los grandes problemas humanos. O por lo menos disminuir los desequilibrios con los que convive el mundo de hoy: deberían logran mayores niveles de desarrollo y calidad de vida.
Las políticas de desarrollo en este aspecto plantean un sistema de racionalización para mejorar el modelo. Pretendemos ayudar a las empresas para que se adapten al mercado tecnológico. El progreso tecnológico mejora el crecimiento económico. Por supuesto, estas afirmaciones son innegables, pero ¿son suficientes?
La realidad es que los países menos desarrollados son incapaces de seguir el ritmo de crecimiento tecnológico y cada vez la brecha es mayor.
Un joven ingeniero de Madrid, se puso manos a la obra para resolver este problema. Posiblemente, nos ha dado una lección que sobre la que debamos reflexionar. Con un presupuesto de menos de 500€, compró una impresora 3D de 150€ y material de impresión. Con ello decidió imprimir prótesis 3D. Se puso en contacto con organizaciones en Kenia, y dio a luz un proyecto maravilloso. Su nombre, Ayudame3D.
Ayudame3D es una ONG que se dedica a la creación de trésdesis. ¿Qué son las trésdesis? Pues nada más y nada menos que brazos impresos en 3D, para personas sin recursos en cualquier parte del mundo.
Guillermo Martínez fue el motor de esta idea. Según cuenta él mismo, a partir de una impresora 3D que usaba para imprimir figuras, se sintió en la obligación de compartir las posibilidades de esta tecnología. Se puso en marcha. Con un poco más de inversión en materiales, un viaje a Kenia y contactando con diversas organizaciones allí, las primeras 8 prótesis se convirtieron en un proyecto real. A la vuelta del viaje ese proyecto se convirtió en una organización para coordinar la ayuda necesaria para enviar trésdesis a todo el mundo. Hoy es una ONG que busca ayuda y colaboradores para que más personas desfavorecidas tengan acceso a una vida un poco mejor.
¿Quieres saber más sobre esta historia tan inspiradora?
El próximo 6 marzo, el propio Guillermo Martínez estará en el Aula polivalente 1 de la Escuela Politécnica Superior -Campus de Montepríncipe-, de la Universidad San Pablo CEU, para explicarnos en persona esta iniciativa.
Si además quieres conocer más historias como ésta, no dudes en leer nuestro post sobre incubadoras de bajo coste. Puedes hacerlo pinchando aquí.
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