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Cuando hablamos de emprendimiento femenino, hablamos de algo que todavía requiere mucho esfuerzo. Mucho más que si hablamos en masculino. La brecha entre emprendimiento masculino y femenino se reduce, eso es cierto. Pero aún hoy hay una gran diferencia de números. En la mayoría de carreras ya han pasado varias décadas desde que el número de licenciadas iguala o supera al de licenciados. Sin embargo, muchas menos mujeres llegan a puestos directivos y muchas menos finalizan un emprendimiento empresarial con éxito.
Todavía existen barreras poco visibles que hacen que el camino que debe tomar una mujer emprendedora sea más duro y difícil que el de un hombre.
INVISIBILIZACIÓN
Posiblemente sea uno de los obstáculos más grandes a superar. La sociedad en general ha avanzado muchísimo en materia de igualdad entre géneros. En tan solo un par de generaciones hemos cambiado de una realidad en la que las mujeres no tenían derecho a votar, a un mundo en el que pueden dirigir un país. Además, hay leyes y ayudas desde la Administración encaminadas a fortalecer esta transformación social. Pero una de las pocas consecuencias negativas de este cambio tan drástico es que, en parte, invisiviliza aquellos puntos que todavía quedan por solucionar.
Según el último Informe Mundial GEM sólo seis países del mundo presentan tasas de emprendimiento similares entre hombres y mujeres.
Aunque la cifra de mujeres emprendedoras va subiendo de forma muy positiva y alentadora, aún queda camino por recorrer hacia la plena integración de la mujer en el contexto emprendedor.
Por ejemplo, hoy en día nadie pensaría que es habitual que un marido no le permita emprender a su mujer porque tiene que ocuparse de los hijos. Pero en la realidad muchas mujeres emprendedoras soportan más carga y trabajo familiar que sus maridos. En cierto modo es más habitual conocer una situación en la que, dentro de la pareja, es la mujer la que encuentra problemas familiares para conciliar profesión y familia. Por lo que, de una manera menos visible, existe una barrera más para la mujer que para el hombre.
En 2019, tan solo un 17% de las startups tecnológicas se fundaron por mujeres y solo un 11% de las empresas que acceden a proyectos del programa europeo Horizonte 2020 están lideradas por ellas.
No significa que las barreras sean de la misma trascendencia que hace tiempo. Es más, vamos por muy buen camino. Pero el hecho de que se haya avanzado no significa que el problema haya desaparecido completamente.
No es que el emprendimiento sea precisamente una tarea fácil. Pero se complica muchas veces si eres mujer, y más si vives en un entorno poco favorecedor, como es, por ejemplo, rural.
Cargas familiares. Seguimos encontrando juicios y sesgos en cuanto al rol de la mujer. Se asocia a las mujeres con la responsabilidad más ligada a cuestiones no relacionadas con el desarrollo profesional. Muchas mujeres todavía tienden a sentir culpabilidad por el sacrificio familiar o de pareja que supone el emprendimiento.
Falta de educación hacia la mentalidad emprendedora. Aunque va en aumento, la presencia femenina en carreras STEM es inferior a la masculina. Es más habitual si una mujer se queda en paro, que tenga menos tendencia a crear su propio proyecto de emprendimiento a costa del trabajo de su marido que viceversa.
Financiación. Muchas veces el punto de partida de la mujer es más vulnerable todavía en muchos colectivos para obtener financiación o encontrar inversores.
En 2018, dos emprendedoras de Silicon Valley, Penelope Gazin y Kate Dwyer, demostraron el machismo que hay en el ecosistema de las startups de Estados Unidos. Se inventaron un socio cofundador y consiguieron así acceder a los inversores que las rechazaron. Con el mismo proyecto, pero con socio (masculino) nuevo.
En los últimos 10 años la brecha de género en el emprendimiento ha disminuido un 36%. España es uno de los países de Europa con mayor tasa de emprendimiento femenino. Así lo indica el Observatorio de Emprendimiento GEM España.
La mentalidad de las mujeres está cambiando y cada vez se hacen (y nos hacemos) más conscientes de que son tanto o más capaces que los hombres. La mentalidad del mercado también va cambiando. Se valora más la inteligencia y capacidades, la forma de pensar, la dedicación y el esfuerzo más allá del género. Cada vez nos vamos haciendo más conscientes del hecho de ver a las mujeres como emprendedoras ideales.
De crear entornos de igualdad. De que buscamos y necesitamos personas capaces y capacitadas, independientemente de si es mujer, madre o padre. Aprendemos que las nuevas claves del éxito tanto en el emprendimiento como en el éxito de un proyecto van ligados a una serie de competencias y habilidades. Y da la casualidad de que muchas de estas competencias son especialmente destacables en mujeres (emocionales, y de adaptación al cambio sobre todo).
Pasito a pasito y con cada granito de arena seguimos creciendo hacia una sociedad donde la igualdad se haga cada vez más una realidad.
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