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Gracias a las interacciones entre los miembros de un grupo, a la colaboración y a la buena escucha y comunicación, surge lo que denominamos Inteligencia Colectiva.
Este concepto fue acuñado por el filósofo Pierre Lévy en su libro “Inteligencia colectiva. Por una antropología del ciberespacio” (1994). El autor propone que, aunque es imposible que todos seamos sabios de todo, sí podemos ser expertos en una pequeña área. De esta manera, si juntamos todos esos “micro saberes”, crearemos una inteligencia colectiva.
Nos encontramos, por tanto, ante un proceso de colaboración entre muchos individuos, formando un grupo con un comportamiento propio.
Los estorninos vuelan en bandadas. Si uno de los individuos que componen esta bandada reacciona a algo, esta reacción se transmite de forma automática al resto de compañeros. Y así es como se produce una reacción instantánea del grupo como si fuera un solo organismo.
Al ver un banco de peces reaccionar ante un depredador, podemos observar cómo el banco entero abre un círculo alrededor de la amenaza. El grupo se compra como uno. Cada individuo reacciona a la reacción de su compañero, sin necesidad de una estructura jerárquica.
También nosotros podemos
Este comportamiento no es exclusivo de los animales. Imagina un pelotón de ciclistas. Si uno de ellos sortea un obstáculo, el resto reacciona sin saber muy bien a qué están reaccionando. Si uno de ellos se cae, una gran parte del resto caerá también.
Cada individuo se integra en un todo, de forma que el todo le ayuda a superar sus incapacidades y multiplica sus competencias. Cada miembro del conjunto debe participar de forma natural en aquellas competencias en las que es más capaz. Y, al tiempo, debe colocarse en una posición en al que se aleje de aquellos procesos en los que es más ineficiente. De esta manera, de forma casi automática colabora en crear un cierto comportamiento de grupo inteligente de manera propia.
La principal ventaja es que el equipo puede reaccionar en tiempo real. El conjunto es tan ágil como uno de sus individuos. En el momento que un individuo detecta un problema o descubre una nueva posibilidad, reacciona y “contagia” su reacción al resto. No es necesario un proceso inmoviliza de toma de decisiones.
El éxito en el desarrollo de un equipo depende de que el líder promueva el aprovechamiento de la inteligencia colectiva. Las claves residen en promover la actitud y motivación de los integrantes del equipo. Crear espacios donde se pueda compartir y se estimule la participación. El liderazgo debe ser inspirador y generar contextos motivadores y de comunicación ágil y abierta.
Para enfrentar esta crisis global sin precedentes, la inteligencia colectiva nos ayuda a multiplicar en lugar de sumar.
La potencialidad del grupo como organismo se basa directamente en la validez de cada uno de sus individuos. Por lo que no debemos olvidar que es de vital importancia garantizar el espacio para que cada uno de los miembros de un equipo se comporte, se forme y se desarrolle de forma personal.
Fomentar una estructura en un equipo de trabajo que tenga en cuenta a ese equipo como un organismo con entidad propia, multiplica exponencialmente su eficiencia.
Se trata de encontrar el sitio para cada componente del equipo, de forma que participe de forma automática en la mejora del rendimiento general.
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