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Las redes sociales surgen como un ecosistema en el que poder conectar con otros usuarios y compartir. Lo que las diferenciaba de otras redes P2P que ya existían previamente era la posibilidad de crear un perfil de usuario y tener una lista de amigos. Hasta ahí todo bien.
El discurso de odio siempre ha existido. La diferencia es que ahora se queda para siempre en internet. Y la llamada huella digital nos persigue allá donde vayamos.
Porque internet no olvida y el contenido que subimos se queda guardado.
Cuando leemos esto, todos le encontramos la lógica y durante los primeros 10 minutos estamos totalmente de acuerdo. Pero la gran mayoría se olvidará el próximo día que salga con sus amigos, suba una foto donde sale la dirección de su casa porque está enseñando su último pedido a una marca o deje por escrito opiniones muy fuertes con palabras malsonantes sobre una noticia que no le ha gustado nada.
“Es libertad de expresión” clamarán algunos. Es cierto, todos podemos decir nuestra opinión, pero siempre hay un límite. El límite es muy difuso en muchos casos y se triplica la complicación en redes sociales. Por eso, el contexto de los comentarios que podrían ser entendidos como discurso de odio es una de las cosas que tienen en cuenta las plataformas a la hora de retirar contenido.
Los usuarios de generaciones anteriores, en muchos casos, han tenido que adaptarse a la tecnología porque no les quedaba más remedio, tanto por presión social -que no se debe entender como obligación sino como la situación que te lleva a- o por trabajo.
Con todo esto, tenemos la sensación de que, si no estamos conectados por redes sociales, lo que decimos no tiene peso. Este sentimiento, nos lleva en muchos casos, a comentarios o actitudes de los que igual nos arrepentimos al poco tiempo de ser publicados.
Una vez que sabemos que ese contenido que subimos puede causarnos problemas si sobrepasa los límites de convivencia con los otros usuarios, la mejor arma que tenemos para defendernos de lo que no queremos es el sentido común.
Además de lo que hacen las propias plataformas con sus políticas de comunidad, es importante que los usuarios estemos concienciados y entendamos a dónde va el contenido que subimos y qué efectos puede tener. Tenemos una responsabilidad y usar el sentido común a la hora de gestionar nuestras redes sociales, como haríamos en otros aspectos de nuestra vida, puede evitarnos muchos problemas.
Porque al final, las redes sociales son una herramienta más para conectarnos y compartir.
Una colaboración de Rewind para CEU Alumni.
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