No sabemos cuál es la receta del éxito, pero sí sabemos que determinados patrones de comportamiento nos ayudan a crear una actitud que nos lo pone más fácil.
Una actitud es un patrón de comportamiento. Desde cada mañana podemos empezar a generar un patrón de éxito.
LEVÁNTATE PRONTO
¡Tu actitud de éxito comienza cada mañana en el primer minuto! Si te dejas vencer por la pereza ya sales con desventaja. Tus ganas de empezar tienen que vencer a las ganas de quedarte 5 minutos más bajo el edredón. Sabemos que es un esfuerzo, pero descubrirás todo lo que puedes hacer y disfrutar aprovechando el tiempo por las mañanas.
HAZ EJERCICIO
Sentirse débil físicamente es como cargar una mochila mental llena de piedras. Es imposible que las cosas funcionen. Hacer un poco de ejercicio al comenzar el día renueva nuestra mente. Generamos serotonina y endorfinas. Hacer un poco de ejercicio es cumplir una meta para empezar el día, eso hace que tu mente se sienta capaz. Y además pone en marcha tu motor emocional.
Con el ejercicio nuestro cerebro se convierte en su mejor versión.
ORDENA TU MENTE
Dedica un poco de tiempo a despejar tu mente, ponla a punto antes de empezar. Asegúrate de vaciarla de todo lo que te estorba. Adopta una actitud constructiva. Encuentra tu estado emocional óptimo para que tu día sea un éxito. Dedica algo de tiempo a tu crecimiento personal. Trabaja en algún nuevo idioma, lee a diario, encuentra una actividad que te haga crecer que puedas realizar cada día al empezar. Busca un curso, un taller que te interese y fórmate.
En el momento en que la mente deja de aprender, empieza a envejecer.
PLANIFICA TU DÍA
Enfócate, aclara tus tareas, prioriza. Decide qué tienes que hacer y en qué orden lo vas a hacer. Revisa cómo se plantea el día que tienes delante. Recórrelo mentalmente. Hazte un mapa mental de por dónde vas a ir a lo largo de la jornada.
Si sabes hacia dónde vas el viaje es más fácil y confortable.
NADA DE DISTRACCIONES AL PRINCIPIO
Procrastinar es la trampa en la que todos caemos. Pero esa trampa es mortal al inicio del día. Desactiva el gesto mental de revisar tus Redes Sociales por la mañana. Primero tienes que ponerte en marcha, ordenarte, planificarte y plantear lo que tienes por delante. Ese gesto que parece que será de un par de minutos, te enredará en un agujero negro. Encuentra el momento adecuado para las distracciones.
Cada cosa tiene su momento.
EMPIEZA POR LO IMPORTANTE
El principio de tu jornada es el momento de menor desgaste. Es cuando tu mente está en mejores condiciones. Aprovecha esa energía para desarrollar la parte de tu actividad que realmente te va a generar beneficio. De todo lo que tienes que hacer, hay algo que realmente va a marcar la diferencia, empieza por ahí. Esas deberían ser las dos primeras horas de tu jornada.
Después sigue con la tarea que más te vaya a costar hoy. Así, cuando pasen tus primeras horas de esfuerzo ya tendrás realizada la labor que va a marcar tu diferencia, y la más difícil de hoy. Ahora el resto del día ya va sobre ruedas.
Usa la energía de primera hora para hacer lo más pesado e importante.
Paradójicamente esta es la parte más difícil. No pierdas la cabeza, para cada hora para descansar. Planifica y respeta escrupulosamente los tiempos de descanso. Enfócate en el descanso de calidad. Una mente sin descanso solo es productiva por un corto periodo de tiempo. A partir de 90 minutos sin descanso tu mente empieza a volverse poco eficiente. Necesitas hacer pequeñas paradas para desconectar, resetear y volver a la carga con la energía arriba otra vez. Con el paso de los días se vuelve torpe, poco ágil y pierde su capacidad creativa. Y eso es nuestro peor enemigo. Cuando trabajes, marca una hora límite para terminar. Y respétalo. Necesitas reponer tu nivel de energía.
El descanso no tiene por qué ser solo físico, planifica actividades que te hagan desconectar mentalmente.
Una actitud de éxito no es una receta infalible. Es solo una herramienta que nos posiciona en una perspectiva desde la que el éxito se ve más accesible. Tu actitud condiciona en mucho la dirección hacia la que diriges tu esfuerzo. Dedicar un poco de atención para hacer que esa dirección sea la más adecuada parece un precio razonable para acercarnos a nuestros objetivos con más facilidad.
