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Desgraciadamente, roles tóxicos hay en todas partes. El hecho de trabajar en un equipo supone que no elegimos a nuestros compañeros. Igual que no elegimos a nuestro jefe. Todos, en algún momento de nuestra carrera profesional, o incluso antes, en la Universidad o colegio, hemos tenido que lidiar con personas con las que no somos “compatibles”. Es normal, cada uno tenemos nuestra forma de ser y personalidad. Y dentro de esta normalidad se entiende el esfuerzo por la convivencia y la buena fe a la hora de llevarnos bien. Al fin y al cabo, tenemos que convivir, trabajar y pasar mucho tiempo juntos.
Pero siempre encontramos algún caso en el que detectamos un comportamientos tóxicos crónicos y que se repiten en el tiempo. Esto puede llegar a ser desfavorable para el equipo en su conjunto.
Muchas veces la persona no es consciente de estos comportamientos. Solemos pensar que son los otros.
Todos podemos tener un mal día o disminuir el rendimiento en el trabajo por motivos diversos y puntuales. Otra cosa, sin embargo, son las conductas tóxicas crónicas y molestas para los compañeros, que generan incomodidad para el equipo y para la propia persona.
Convivir con este tipo de perfiles tóxicos genera frustración y desánimo. Nos frustramos por no saber hacer frente a la situación. No sabemos cómo relacionarnos. No sabemos hasta qué punto entrar o generar un conflicto. A nadie le gusta llevarse mal. Eso conlleva empeoramiento en el clima del equipo. Y surgen problemas a nivel de rendimiento y productividad.
Se dan en personalidades negativas, en las que predominan los siguientes comportamientos tóxicos: crítica, desdén, estar a la defensiva y amurallamiento.
En primer lugar, ASÚMELO. Están ahí y tenemos que gestionar la relación con ellos. Es imprescindible para no amargarnos el día a día. No dejes que se te haga cuesta arriba y llegue a cambiar tu forma de ser, te agote y te enfade. Tienes que aceptarlo.
Para empezar, no debemos entrar en su juego. Nuestra mejor opción es no dejarnos llevar por quien continuamente está enfadado o quiere ser siempre el protagonista.
Fomenta tu empatía. No sabes lo que puede estar viviendo la otra persona. Intenta escuchar y ver más allá de la toxicidad. Ponte en su lugar, intenta entender sus emociones. Busca un sentido a su comportamiento. Si logras entender esto, tu reacción frente al problema será sumamente diferente.
Trabaja tu gestión emocional. Es normal sentirse dolido o agredido. Pero intenta proteger tu autoestima y no permitir que esos comportamientos te hagan perder el control de tus emociones. Aprende de la situación y protege tu felicidad. buscar en tu interior la satisfacción que te proporciona tu trabajo y tu vida.
Aprende a ser asertivo. Saber decir las cosas con el tono, la forma y el lugar adecuados son la clave. Ayudará al equipo a generar entornos de confianza y aprendizaje. Elige tus batallas sabiamente.
Sé proactivo y aporta soluciones. Si la montaña no va a Mahoma... Establecer límites de forma consciente y proactiva te permite tomar el control. Busca objetivos comunes. Propón soluciones beneficiosas para ambos.
En una investigación realizada por Google en la que analizaron el comportamiento de más de 180 equipos, descubrieron que el factor más determinante en el éxito de sus equipos era la seguridad afectiva.
¿Eres de los que pone de su parte para generar entornos de trabajo agradables y productivos? ¿O te has visto reflejado en alguno de los roles tóxicos?
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